sábado, 23 de enero de 2010

Margarita


Una mañana de Enero el teléfono sonó. Mi madre atendió aquella llamada que no duró casi nada y que anunció su muerte. Son pocos los recuerdos que tengo de ella, tengo unos claros y otros perdidos como en niebla, esa niebla que siempre se hizo presente en el pueblo cuando la visitábamos.
La bisabuela era menuda, cabello largo cano en una o a veces dos trenzas, su carácter fuerte y bien esculpido por los años resonaba con su voz. Se sentaba en algún umbral de las puertas que están en fila en la casa del pueblo, cuando aun había flores de muchos colores en el inició de la tierra de enfrente, tenía varias gallinas y sacrificaba alguna para dar de comer cuando había visitas de la cuidad, porque visitas del pueblo nunca le faltaron. Hace poco más de un año supe por mi abuelo, es decir su yerno, que la bisabuela decía que cuando el fuego prendido en la cocina tronaba era porque alguien iba a llegar, por tanto sabía de nuestras visitas antes de vernos entrar. Se poco de ella, cosas que he oído y no sé si son ciertas. Y es que al bisabuelo lo encontraron muerto en el rio, eso dicen, dicen que se ahogó o que lo mataron y no sé de donde ni de quien escuche que ella tuvo que ver en su muerte, quién sabe. La abuela tuvo la entereza que a varias mujeres de la familia aun nos falta. Se casó dos veces y no sé cuántos hijos tuvo, pero vivieron seis y seguro que hizo de ellos hombres y mujeres de bien, de “bien” como el común denominador de las personas que se casan y tienen hijos. Nunca la vi devastada, nunca la vi sufrir por un hombre supongo que porque cuando la conocí los dos hombres de su vida ya habían partido hacia… otras vidas.
Sobra decir que desconozco detalles de su vida, pero me gusta imaginarlos, me gusta imaginar cómo conoció a su primer marido, mi bisabuelo, al que no conocí, pero supongo murió joven, creo que era español, creo que era criollo o tal vez refugiado o algo así, solo lo he visitó en una foto que supongo es la única que existe de él, por eso se que a él se debe la nariz de varios miembros de la familia incluidos mi padre y hermano mayor… Ella hablaba a la perfección náhuatl y español. Mi padre a veces la recuerda en las comidas de mi madre y dice: “Mi abuelita nos hacia esto o aquello”.
No sé de qué enfermó la bisabuela, yo era todavía pequeña, pero lo trajeron del pueblo a vivir un tiempo a mi casa y después a casa de la abuela. Nunca la vi devastada, solo cansada cuando la muerte se le estaba aproximando por eso creo que era una mujer fuerte. En la casa solo tengo un recuerdo borroso de ella callada e inmóvil en el sillón, lo demás son recuerdos en imagines pegadas a mi mente, donde ella estaba acostada en una cama o una silla de ruedas tomando el sol, no sé cuánto tiempo estuvo así, casi ya no se movía.
Después la llevaron de regreso al pueblo, recuerdo que hablaba de cosas que veía y que los demás no. Era que la muerte ya le estaba haciendo malas jugadas y por eso veía cosas. Ella murió allí en el mismo lugar en el que está en mis primeros recuerdos. Ella estaba cansada, eso creo yo, pero no podía desvanecerse en casa ajena, por eso ya en su casa fue que dejó de respirar. Nos despedimos de ella una mañana de Enero, la vistieron de un morado como el de Semana Santa satinado, fue la primera y última vez que vi a un ser querido en su ataúd.